domingo, 22 de agosto de 2010

El Primer Buque Pirata en América

23 de Julio de 1528. Era una tranquila y soleada mañana en la isla Cubagua, pequeño trozo de tierra semidesértica en pleno mar Caribe, cercana a la costa de Tierra Firme. Se diría que era este el último sitio donde alguien querría vivir y sin embargo, desde hacía varios años, una pequeña población se había ido formando en esta isla. Pronto la población creció y prosperó, solicitando y obteniendo la aprobación del Rey para bautizar su pequeño asentamiento como "Nueva Cádiz de Cubagua".

Los habitantes de Nueva Cádiz vivían de la extracción y comercio de perlas, uno de los primeros tesoros que los españoles encontraron en el Nuevo Mundo. Era una población que prosperaba y vivía tranquilamente rodeada por el mar Caribe.

Aquella mañana el Alcalde Mayor, Pedro de Herrera había atendido los asuntos públicos igual que cualquiera otro día, hasta el momento en que varios pobladores llegaron muy agitados a buscarlo y con gritos y lamentaciones lo llevaron casi por la fuerza hacia la costa. Al llegar allí pudo ver el motivo de la agitación general. Frente al puerto y no muy lejos de él, se encontraba un gran galeón francés, el mayor navío que se había visto hasta entonces en aquellas aguas. No estaba allí para comerciar, sino para obligar a los pobladores de Nueva Cádiz a entregar su tesoro más preciado, los cargamentos de perlas que pronto serían enviados hacia España.

El brillo que irradiaban las perlas de Cubagua había atraído al primer barco enemigo que osaba entrar en las aguas de la América española. La guerra con Francia, inciada en 1522, abría la oportunidad para que osados aventureros obtuvieran patente de corso para azolar las posesiones españolas de ultramar. En efecto, el capitán de la nave francesa corsaria era uno de esos aventureros y a la postre, antiguo vecino de Nueva Cádiz, su nombre era Diego de Ingenios y, además del cuantioso rescate que esperaba obtener en su incursión, buscaba vengarse de un antiguo compañero: Juan López de Archuleta. 

Pero los pobladores de Cubagua no pensaban entregar su riqueza al corsario sin pelear y, aunque disponían sólo de cinco cañones contra los 45 del galeón, se dispusieron de todas formas a organizar la defensa comandados por el Alcalde Mayor, Pedro de Herrera.

Así pues, aquel día, que a la postre era Día de Santiago (patrono bajo cuya advocación habían puesto la iglesia de la isla) estaba por producirse la primera batalla naval en aguas del Nuevo Mundo. Por un lado se encontraba el antiguo vecino de Nueva Cádiz, Diego de Ingenios, comandando a los corsarios franceses (y unos pocos vizcaínos que los acompañaban). Por otro lado, los pobladores de Nueva Cádiz con sus cinco cañones. Pero aunque escaseaban en armamento, los isleños no eran faltos de ideas, y resultó que el Alcalde Mayor Don Pedro de Herrera ideó un plan muy astuto: hizo venir rápidamente a los jefes principales de los indios guaiqueríes, pueblo nativo de la región, y les pidió su ayuda para repeler a los corsarios advirtiéndoles que estos eran gentes de malas costumbres y comportamientos agresivos y además sodomitas, que si no les ayudaban a vencerlos, dichos corsarios tomarían prisioneros de entre los hombres guaiqueríes y los convertirían en sus mujeres. Esto alarmó a los indios que de inmediato aceptaron participar en la batalla para expulsar de esas aguas a los corsarios.

Concertadas las acciones con los indios, se envió a estos en varias embarcaciones fingiéndo querer comerciar con los corsarios; estos imprudentemente les dejaron acercarse lo suficiente para que los guaiqueríes los tuviesen a tiro de arco y a esa distancia empezaron a llover flechas guaiqueríes sobre los corsarios, pero estas no eran flechas comunes, ya que los guaiqueríes fabricaban un potente veneno que colocaban en la punta de sus armas. Estas flechas envenenadas causaron pánico entre los franceses y los obligaron a apartarse de la costa.

El capitán Ingenios, encontrando mucha mayor resistencia de la esperada, cambió su actitud amenzante y pidió dialogar con los isleños, y al cabo de siete días se firmó un convenio comercial para intercambiar mercancías francesas a cambio de las perlas en poder de los cubagüenses.

Sin embargo, los isleños seguían desconfiando de los corsarios y el segundo día de intercambios, en un momento de descuido del enemigo, lograron apresar en tierra a 19 franceses con las mercancías. Se vivieron entonces momentos de angustia a la espera de la reacción del capitán pirata. Pero finalmente Diego de Ingenios decidió levar anclas y se retiró con sus piratas sin haber conseguido ni botín ni venganza, ya que Juan López de Archuleta -su antiguo compañero, ahora odiado enemigo- se hallaba en aquel momento en la isla de Puerto Rico.

Fuentes:
-Cedulario de la monarquía española relativo a la isla de Cubagua 1523-1550. Tomo I. Academia de Ciencias Políticas y Sociales, Caracas, 1984.
-La Historia de un Mundo Nuevo. Benzoni, M. Girolamo.(Publicado por primera vez: Venecia, 1565) .Traducción y notas de María Vannini de Gerulewicz. Academia Nacional de la Historia. Caracas, 1987.

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